En Mamayoga trabajamos por y para las madres, esos seres que no podrían ser más generosos. Que ceden su cuerpo a una vida que quiere venir a este mundo a través de ellas, adaptando así su cuerpo, sus emociones, su día a día. Y después de parir, cuidan a su cachorro con un altruismo sin límites, capaces de vencer cualquier obstáculo, sacan una fuerza, coraje y serenidad que ni el mismísimo Dalai Lama.
¿Pero qué pasa con el compañero de esa recién convertida en “Dalai Lama”? ¿Qué pasa con el papel del padre, del hombre?
Hay blogs, grupos de Facebook, grupos de crianza, de lactancia, etc., etc., para que las madres se encuentren, se nutran y se apoyen. Ahora bien, con el hombre es otra cosa.
Ellos en el embarazo, ven cómo la mujer que conocían empieza a vivir un auténtico huracán de emociones, en el que se puede llorar-reír, reír-llorar, todo junto en el mismo tiempo. Una mujer que de repente puede sentir la necesidad de hacer grandes cambios en su vida (cambiar de casa, de hábitos de vida o de trabajo, más tarde en el postparto) y que necesita el apoyo de su compañero.
Pues sí, hombres en la sala, es momento de seguir a esta recién iluminada mujer, y decirle: -Si, mi Dalai, yo te sigo dónde quieras. Puede parecer descabellado, pero hombres, os prometo que no os arrepentiréis de seguirle dónde sea. Tu mujer se encuentra en un estado de conexión, con ella misma, con la vida y con vuestras necesidades como familia, como jamás lo experimentará, así que, hazle caso.
Otros consejos para vosotros en el embarazo:
HAZLE REÍR
Si, hazle reír mucho, reíd juntos. No sólo por el simple gozo de un buen ataque de risa, sino porque tiene su consecuencia hormonal.
Reír es lo que más endorfinas hace segregar (lo segundo sería bailar y lo tercero, cantar), y las altas dosis de endorfinas, hormona de la felicidad, durante el embarazo, crea receptores para las endorfinas durante el parto. Así que si quieres que tu mujer tenga un buen parto, que ría mucho.
HAZLE MASAJES
Los masajes hacen que se libere una gran cantidad de oxitocina, hormona del amor, y también indispensable para tener un buen parto. Así que localiza donde tiene tu mujer el sacro y masajéale, todos los días.
El masaje te puede ayudar a conectar también con el bebé, sin esperar sus movimientos, sólo tocando el útero de tu mujer, sus límites, su tonicidad, y sintiendo la nueva vida que se está gestando ahí dentro. Puedes poner la mano en la barriga de tu mujer, y hacerle saber a tu hijo que estás, que lo esperas, que lo sientes. Y sin expectativas, disfrutar el uno del otro.
¿Y cuál es tu papel durante el parto? ¡Estás acompañando a Dalai Lama hecha una auténtica leona, así que atento!
Se trata de que estés ahí para y por ella, sin hablarle. Si le hablas, activas su neocórtex y eso podría hacer que el parto se estanque. Ella necesita hacer su viaje, que será más o menos largo o costoso, hasta convertirse en leona, gata, zorra, vaca… por eso, sé su protector del silencio, la intimidad, y el respeto. Sé el protector de ese proceso sagrado. Anímale si notas que en momentos duda, mantente presente cuando te busque con sus manos o su mirada y no te lo tomes a personal, si en su proceso, debe dejarte atrás y no quiere ni que la toques.
EL POSTPARTO EN PAREJA
¿Y luego? Luego… el postparto. Debería ser una luna de miel, llena de silencio, teta, leche, intimidad…
¿Y tu labor? Su guardián. Debes ocuparte de las tareas de la casa, de que haya comida nutritiva hecha y de gestionar las visitas. Casi nada, ¿no?
Pues eres fundamental para que tu mujer esté tranquila, confiada y sostenida para cuidar al bebé. Puede que ella se sienta abrumada, tenga las emociones a flor de piel, incluso pase malos momentos. No te lo tomes a personal, recuérdale lo preciosa que es, lo bien que lo está haciendo y lo bien que lo hizo en el parto (incluso si ella no está satisfecha).
Ella no se podrá ocupar de las tareas domésticas, y no deberá hacerlo. Su energía se tiene que centrar en cuidar al bebé, hacer todas las siestas que necesite y descansar. De ti dependerá la compra, preparar la comida, las lavadoras, etc.
Y llegamos al punto de las visitas. Prácticamente todas las visitas molestan y no estamos en situación de quedar bien. Las primeras horas, incluso los primeros días, son para disfrutar en la intimidad. ¡Nada de suegras con colonia que quieren coger al bebé! Sí, es políticamente incorrecto decir esto, pero no tengo ninguna intención de ser correcta, sino de darte pistas.
Visitas que la madre tenga ganas de ver, cortas (10, 20 minutos), sin colonia, dispuestas a ayudar trayendo comida o llevando a los hermanos mayores al parque, sin colonia y sin demandas de coger al bebé. Papá, si ves que no es así, defiende a tu mujer y a tu cría; ella no estará con la energía de hacerlo y te lo agradecerá infinitamente.
¿Y EL SEXO?
¿Y qué pasa en todo este proceso con el sexo? Pues hay mujeres que durante el embarazo sienten muchas ganas de hacer el amor, y otras que no, ya que puede ser una energía demasiado fuerte y puede provocar contracciones uterinas, que son buenas, pero podrían incomodar a la mujer. El sexo en el embarazo debería ser suave, cuidadoso y al ritmo que la mujer desee.
Igual que en el postparto. La mayoría de mujeres que acaban de parir y están dando teta no les apetece hacer el amor. Su parte sexual está ubicada ahora en los pechos, que dan de mamar casi 24h. Además, depende del parto que haya tenido, necesitará tiempo para que sus genitales vuelvan a sentir placer. Así que no tengas prisa, no le presiones y hazle muchos mimos sin querer acabar teniendo sexo con penetración. Si durante el proceso te sientes demasiado cargado, puedes hacer ejercicio físico, que te ayudará a desbloquear toda esa energía acumulada. Y os digo un secreto: lo que más “pone” a una puérpera, es vuestra dulzura, mimos y cuidados.
Así que, resumiendo, hombres, compañeros, os amamos y os necesitamos en este momento mágico. Vuestro papel a veces es confuso y estos son sólo algunos consejos que creo que pueden ayudaros.
Cuídala y disfruta cuidando de la mujer que gesta a tu hijo y que lo cuida con todo su ser, desde sus entrañas. Cuídala con el mismo respeto con el que te gustaría que cuidaran a tu madre cuando tu formabas parte de ella. Y, sobre todo, sonríe, pese a las curvas del camino, será maravilloso.